Uno de los argumentos que más se han utilizado
para defender a Lady Gaga es que tiene
voz. Por lo que al transcurso de los días hemos ido escuchando, nadie lo puede poner en duda en
sus conciertos, los de
giras histriónicas, ciberbarrocas y mamarrachas como Born this way o Art-rave,
siempre se ha guardado un momento para despatarrarse delante del piano y, en un
alarde de fuerza, marcarse unas interpretaciones medio cabareteras de sus
propios temas con empuje a lo Rocío Jurado, con la fuerza de los mares, como una ola. Su voz no miente,
es verdad resuena amplia, chillona, es de las que gustan en Broadway.
No es ningún secreto que a Lady Gaga, además de
disfrazarse de bistec, pasearse por los estadios en bragas y ser la reina
indiscutible del freakismo en el pop, lo que de verdad le ha gustado de siempre
son los estándares, y si Ricardo III estuvo dispuesto a dar su reino por un
caballo, ella habría dado algo también muy desproporcionado por un show en un
salón de Las Vegas o un papel protagonista en un musical. Uno de sus proyectos muchas veces aplazados, y finalmente consumado, fue
su disco a medias con Tony Bennett una ocurrencia que al principio pareció
kitsch, pero que finalmente ha cuajado el disco es Cheek to Cheek, ha ganado Grammys y les ha llevado de gira por todo el
mundo, a él con casi 89 años y a ella con la ambición de comerle el terreno a
Barbra Streisand y ser más polifacética que Bette Midler.
"Hasta que alguien como Tony
Bennett no te dice que puedes cantar jazz, nadie se cree que puedes
hacerlo", le explicaba Lady Gaga al público del festival Jardins de
Cap-Roing el pasado viernes, en la única parada de la gira en España. Y al
principio parecía que sí cuando salió la extraña pareja al escenario, cantando
a dúo Anything goes, la canción clásica de Cole Porter, daba la impresión de
que Lady Gaga iba a sepultar a un Bennett que todo lo que ha acumulado de mito
lo ha ido perdiendo en facultades físicas y vocales. Mientras ella fraseaba con
agilidad y proyectaba la voz con energía era como una versión sin lujo de la
misma interpretación que hace Kate Capshaw en el comienzo de Indiana Jones y el
templo maldito], Bennett hacía lo que podía, que es básicamente tirar de
oficio y de un sentido del ritmo que aún le funciona correctamente.
Lady Gaga se defiende con el
jazz, pero no tiene ni el brillo ni la soltura que exige el género puede
deslumbrar en una canción en particular, puede dar el pego con un repertorio
limitado y bien preparado.
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